Lugar V

23 04 2009

Escuchar a mi tía Ofelia hablar durante 1 hora fue exactamente lo mismo que poner TN. No era ni siquiera gracioso: era desolador. Como estar delante de un muñeco de ventrílocuo que alguna vez fue una tía a la que quise y hoy no reconozco porque no estamos ni de lejos en el mismo mundo.
Sé que habitamos una lengua, que el hablar nos arrastra, que no hay pura voluntad; pero también creo que habitamos ciertos barrios del habla, también la hacemos, digo, hay decisión, responsabilidad, hay historia.
El punto de articulación entre ser arrastrados por las palabras y organizarlas de otro modo no sé dónde está y sospecho que buscar la pureza de ese lugar es una quimera (una falacia). A lo sumo el límite será el cuerpo, el dolor, esos leitmotivs, o acaso la mera contingencia.
Pero la escisión entre ser siempre palabras de otros o pura intimidad incomunicable es una fantasía. No hay tal escisión sino en la disección intelectual que ejecutamos para entender nuestro habitar el habla.

A propósito, una nota muy buena.